This is for anyone with the broken heart.For anyone who cant get out of bed.

sábado, 31 de mayo de 2014

Ayer bebí hasta olvidar por qué bebía. Y hasta recordarte. No sé qué es peor.
Bebí para no acordarme que eres para mí, y no mío. Y ojalá todo lo contrario.
La última vez que bebí para olvidarte, acabé olvidando que bebía. A veces el amor se olvida de que existes, y cuando digo amor, digo tu nombre.
Digo tus manos, tus ojos. Digo la primera vez que nos encontramos, tantos años atrás. Digo mis nervios a flor de piel. Digo tu piel. Digo, digo, digo. Digo todo pero no te digo nada. Digo a otros que me oyen pero no me escuchan, que me miran pero no me ven. O al menos no como lo haces tú. Bruno. 
Bebo, bebo, bebo. Pero por qué y por quién. Por ti. Por ti. Por ti. Por el beso que nunca nos llegamos a dar. Por las cosas que nunca llegué ha decirte, y que se que ponunciaré. Desinhibida, de eso que no te quepa la menor duda. Borracha de palabras atascadas en una boca que besa a otros que no son tú, para mi suerte o desgracia. Otros a los que no podré querer de la misma forma en la que te quiero. 


martes, 27 de mayo de 2014

Quién sino nosotros.

Quién nos iba a decir, amor mío
que todo acabaría así.
Porque ha acabado.

Quién se atrevería a predecir
la primera vez que te vi
que el destino nos iba a querer tan mal
tan distantes y
tan cerca el uno del otro.

Quién habría sido capaz de prever
mil ciento cincuenta y cuatro días atrás
que todo concluiría así.
Porque ha concluido.

Quién fue el sabio que supo
que nada saldría como queríamos.
Que no tendríamos tiempo si quiera
para averiguar que eramos.
Qué podíamos ser.

Quién no nos avisó
de que  nuestro sino era sufrir,
por separado.
Que tu aire, no era mi aire.
Que todo terminaría así.

Porque ha terminado, ¿o no?



lunes, 19 de mayo de 2014

También es terrorismo lo que hacen esos que se van sin haberte enseñado a olvidarles antes.

Te he traído narcisos aunque no florecerán como la última primavera. 
Y si alguien te hiere, quiero pelearPero mis manos ya se han roto demasiadas veces,  por ti.

Así que esta vez voy a usar mi voz. Dicen que las palabras siempre ganan pero sé que voy a perder.Y pese a eso, me gustaría cantar una canción que fuera sólo nuestra, tuya y mía.
Pero las cantaría todas a otro corazón porque el tuyo ya no está aquí para escucharlas.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Y siento que todo este tiempo ha sido en vano.


Descolgué el teléfono esperando que fuera cualquiera, imaginando a mil y una posibles personas al otro lado de la línea.
Todos menos tu.
Ojalá nunca hubieras llamado y ojalá lo hubieras hecho siempre, al menos, mucho antes, no ahora, no tan tarde. Tarde para todo
Si algo he aprendido en este tiempo sin ti, es a hacerme fuerte, a no necesitarte, a comprender que no importan los motivos por los que me dejaste de querer, sino por los que no te mereces mi cariño.
 Hasta oír tu voz, aún tenía la esperanza de que volvieras, de que cambiaras y ocuparas el lugar que siempre te correspondió, aquí, a mi lado, muy muy cerca.
Pero entonces, todos los esquemas de mi cabeza se rompieron en mil pedazos y dieron lugar a este vacío en el estómago, a esta inseguridad que ni yo sabía que aún conservaba . A estas ganas de correr, de huir. Empaquetar lo imprescindible y marcharme sin jamás mirar atrás, allí donde ni yo misma pudiera encontrarme.



Por si  no había quedado  claro, el amor  que aquí describo 
nada tiene que ver con el de una pareja de enamorados
ni muchisimo menos.

Ella odiaba tanto el tiempo que se pintaba relojes en las muñecas para creer que no pasaba.

Febrero siempre tan frío, tan como su corazón. El de ella. El mismo que aquella tarde deambulaba por las calles de aquella pequeña ciudad. 
De haberla conocido sabríais el amor que guardaba a los libros de segunda mano. A los ya vividos por otros. A las portadas roídas. A las contraportadas escritas. Tenía la triste teoría que un libro leído, guarda más historias que las que hay escritas en su papel, en sus hojas. Pensaba que en cada esquina doblada de cada una de las páginas, había mil y un motivos por los que dejar de leer, y empezar a vivir. 

Hacía frío y llovía esa tarde invernal. Era como si el destino confabulase para que ella encontrara aquella minúscula librería de la Rue Sorel. Entró suavemente para no molestar a la anciana que colocaba unos ejemplares en la estantería del fondo. Era un sitio bastante extraño, como si no hubiese cambiado en los últimos sesenta años ( y puede que no lo hubiera hecho).

A su izquierda, a parte de su corazón, había un montón de libros y fotografías desgastadas. Se acercó a ojearlos a la vez que escuchaba como, poco a poco, cesaba de llover. 
Dicen por ahí que " Antes de que la tormenta desencadene toda su furia, hay unos minutos de silencio. Así como antes del tsunami la marea baja, o antes de morirse el enfermo está, por un instante, mucho mejor". De haberlo sabido ella, habría esperado lo peor de aquellas gotas que ya no caían. Pero estaba demasiado ensimismada en vidas que no eran la suya, en fotografías que almacenaban más historias que todas las páginas dobladas de todos los libros habidos y por haber.

Entonces, la tormenta comenzó. Su corazón dio un vuelco al leer aquel título en la portada de uno de los libros amontonados. 
Lo conocía perfectamente. Como para no hacerlo. 
Dubitativa, pensó si abrirlo o no. Si arriesgarse o salir corriendo. Y ojalá hubiese hecho eso ultimo. Sin embargo la curiosidad mató al gato, y ella sin su gato, no era nada. 
Leslie Leclerc-  été 1986. 

Avec l'amour, votre grand-père.
Abrir el libro fue abrir su alma. Fue descubrir que el libro era suyo, pero ella no era suya nunca más. Hacía mucho que se había perdido. Era como una tabla de madera para un naufrago. Una salvación y a la vez una condena, podría salvarle, o mantenerle con vida unas angustiosas horas de más. 

Tenía seis años cuando le regaló ese libro. Y tenía seis años el día que lo perdió. El día que el cielo se tornó de oscuro sin hacerse de noche. El día que huyó por primera vez, abandonando todo por el camino. Camino que la había llevado a abandonarse a sí misma. 

S.



Un día ella le cogió de la mano para cruzar la calle, y la calle le envidió.

Y podría hablaros de ella, de su pelo oro y sus ojos cristalinos. Hablaros sus manos diminutas y de ese rizo en su sien que se niega a alisarse, de sus rodillas huesudas o de su minúscula marca de nacimiento. De su risa contagiosa y de lo terriblemente preciosa que es cuando llora. Podría, también,  de esa pequeña mueca que hace cuando sonríe. Pero sólo cuando le sonríe a él. 
Podría daros mil y un motivos por los que la envidio, la detesto. Por los que cada lagrima que derramo es una súplica. Suplico ser ella.
Pero os engañaría. 
Lo que la hace tan terriblemente preciosa es él. Es la manera en la que la observa. La manera en la que respira su aire y baila al ritmo de las palabras que pronuncia, a otro. Porqué sus diminutas manos, su rebelde rizo, sus rodillas y su marca de nacimiento son de otro. Y él se pregunta porqué no son sus bromas de las que se ríe. 


Y yo me pregunto, ¿por qué el no me leerá? ¿Porqué no respirará mi aire?

martes, 6 de mayo de 2014

Rue Saint-Jacques 53, 7A.




Y que la soledad, nada tenga que ver con estar solo.

Que los mejores besos nunca se den, y que las mejores caricias sean al alma.

Que mi  canción favorita sea el silencio en una noche oscura, 
y el mejor reloj
el que marcan tus suspiros al cristal.


Que no haya más luz que la de tus ojos
y no más espejismos que los
reflejos en la bañera 
de aquel séptimo sin ascensor. 

viernes, 2 de mayo de 2014

Estoy tan triste que si fuese un árbol se me habrían caído todas las hojas.

Y es hora de recordarme a mí misma por qué prometí no hacer planes. "El plan es no planear" me dije, como si de veras fuese capaz de hacerlo. De dejar de lado mi faceta controladora, obsesiva, manipuladora. La misma que me lleva a sucumbir a mi cabeza. A dejarme llevar por las corrientes de mis pensamientos y a angustiarme con un futuro que acecha, sigiloso. Un futuro para el que no se estoy preparada, y es que la impotencia me ciega. El miedo me calla. Tus suspiros me ahogan. 
Tú.
Tú querías esto. Me querías aquí sentada, escribiendo un tres de mayo a las 03:57  de la madrugada. 
"Escribiendo a alguien que no me lee, y dedicándole mis noches en vela a alguien que no me sueña. "