This is for anyone with the broken heart.For anyone who cant get out of bed.

martes, 24 de marzo de 2015

3947 motivos por los que no soy una musa.


  • Porque no soy feliz.
  • Porque no necesito que me salven, no soy una princesa en apuros esperándote.
  • Porque me dan miedo los delfines, y mucho.
  • Porque todos tienen cicatrices pero mis heridas no se curan.
  • Porque me cuesta mucho pedir perdón, y paradójicamente siempre me siento culpable de todo.
  • Porque no solo no sé cantar, sino que además lo hago, y fatal.
  • Porque no puedo vivir sin el mar, pero me aterra la idea de adentrarme en él.
  • Porque aquí donde vivo soy alguien por saber versar, pero me bastan unos kilómetros para descubrir que lo mío no es nada especial.
  • Porque cuando me cuentes un chiste no tendré una risa contagiosa de la que enamorarse.
  • Porque no soy dulce.
  • Porque no estoy delgada.
  • Porque no me verás hacerme tirabuzones con el pelo mientras me muerdo el labio.
  • Porque no soy una princesa de película.
  • Porque no tengo ritmo, y de verdad.
  • Porque nunca me podrás sacar a bailar.
  • Porque tengo las orejas de soplillo.
  • Porque me dan mucho miedo las alturas.
  • Porque leo, escucho y a amo a personas que murieron antes de que yo fuera si quiera proyecto de ser.
  • Porque estar rodeada de gente es mi manera preferida de estar sola.
  • Porque no soy lista, ni saco buenas notas.
  • Porque no voy a ser nada en la vida.
  • Porque mi pasatiempo preferido es abrazar a mi gata.
  • Porque la quiero más de lo que quiero a la mayoría de las personas que me rodean.
  • Porque soy una "posturitas" y mi vida en las redes sociales parece perfecta, cuando no.
  • Porque soy una romántica empedernida que nunca conocerá el amor.
  • Porque cuando me pongo nerviosa hablo más de lo que debiera.
  • Porque si alguien me cae mal no puedo evitar que se note.
  • Porque no me gusta el sur en verano, pero en invierno es mi hogar.
  • Porque paso más tiempo durmiendo que despierta. Y se me va la vida así.
  • Porque de pequeña era una niña rara, mucho.
  • Porque soy bipolar, y lo mismo canto y río y te quiero que lloro y no quiero saber de tí, nunca.
  • Porque tengo mal despertar.
  • Porque no me creeré tus halagos, y me compadeceré de tí.
  • Porque no te voy a creer. Nunca.
  • Porque no como chocolate.
  • Porque no tengo una tez perfecta ni un cabello que den ganas de acariciar.
  • Porque he hecho más daño del que se merecían y tengo más deudas que medallas.
  • Porque tengo debilidad por las causas perdidas.




domingo, 22 de marzo de 2015

Un veintidós de marzo como cualquier otro.

Hace un par de horas que he llegado y ya tenía la necesidad de escribirte. He pensado en llamarte pero luego he decidido no hacerlo. No sé qué diablos me pasa.
Puede que haya sido de las semanas más felices de mi vida, y no le tenía ninguna fe si te soy sincera.
De lunes a miércoles hemos tenido la oportunidad de ir haciéndonos a la idea de que se nos acaba. Nos marchamos. No sin antes dejarnos hasta el último aliento. Pero bajo la careta que me he puesto este curso de "paso de todos" "ganas de largarme" una parte de mi está aterrada. Sabía que sólo tu me entenderías. Necesitaba decírtelo.
Decirte que Madrid es una locura. Y más aún las doce horas de coche que he pasado con dos personas a las que nunca se lo he dicho en serio, pero les quiero con locura. Por suerte lo saben. O eso creo. 

Madrid es una locura. Y yo soy una loca enamorada de cada uno de sus bares. De sus poetas. De sus músicos callejeros. Y de sus mendigos, que aunque la mayoría no comprendan por qué, tú si.
He ido a buscarla. A la esquina de Gran Vía dónde cada navidad la encuentro pidiendo suerte en forma de monedas, besos en forma de limosna. Rogando al destino para otros. La he buscado. A ella, que le tocó la lotería y lo compartió con los indigentes de Sol. Ella, que sabe lo que es el hambre, lo que es el frío. A ella. Musa de más de un poema.
He ido a buscarla. Pero no la he encontrado. En cambio me he encontrado a mi misma. A quién quiero ser en ciento treinta y seis días. Y ha sido en el Este o Este. Tantas noches leyendo sobre él para terminar sintiéndome en casa en sus paredes de ladrillo. Pero no puedo hablar de casa y no mencionar Aleatorio. En tres días he ido cuatro veces. Y ninguna contigo. 
Aún recuerdo la primera vez que traspasé la puerta, el septiembre pasado. Estaba enferma, nerviosa y asustada. Pero de todas las veces que me he sentado bajo ese extraño techo donde te ves reflejado ninguna he estado triste. Y sabes que en mí es mucho decir.

No sé a que ha venido esto.
No era lo que querías oír. 
¿Quería que te hablar de Trevi? ¿De la rosa?

La rosa soy yo. Y no es mi problema que otros no lo vean.

Con mucho cariño. 
Sophie.
En la flor de la vida.
Gracias por ayudarme, en su día, a florecer. 

jueves, 12 de marzo de 2015

Leaving is not enough, you must stay gone.

Son las 05:43 de un domingo, o de un lunes ya, de un mes cualquiera del calendario tan perecedero como yo.  O puede que más.
Hoy, Paula, ahora, estoy decidido a escribirte. Pero no a ti, y mucho menos a la que eres. Sino a la que serás. A la que estarás siendo el jueves cuando suene tu alarma a las 07:07 (porque siempre te ha apasionado ese número,  y a mí, siempre me has apasionado tú). Entonces te revolverás el pelo, blasfemaras para tus adentros y como si de un acto reflejo se tratase te sentarás en la cama y te calzarás tus zapatillas rosas, esas que te regalé por tu último santo. Te acercarás al armario y cogerás de la balda más alta una bata y puede que entonces te preguntes porqué mi ropa ya no está ahí. O puede que no. Que estés más ocupada pensando en los tres minutos (siempre interminables) que tarda la cafetera desde que la preparas hasta que con un pi intenta decirte toma, querida, esto te hará persona. Te sentarás en la mesa de la cocina, con la taza caliente entre las manos y dando pequeños sorbos porque pese a que arde, no puedes no hacerlo. Como la droga que te mata y sabes que deberías parar y por ello la ingieres más despacio, como si eso sirviera de algo. Como si algo sirviera alguna vez. 
Entonces encontrarás esta carta debajo del periódico. Sí, cariño, esta mañana habré madrugado sólo para traértelo antes de que te despiertes, y también, para irme antes de que lo hayas hecho. Ya me he ido, o me habré ido, o estaré ido, o seré ido. Eso aún no lo puedo saber, es pronto, pronto para todo. Por primera vez. Y también tarde, tarde para todo.

Hoy, Paula, ahora, estoy decidido a escribirte. Pero no a ti, y mucho menos a la que eres. Sino a la que serás. A la que estarás siendo el jueves cuando suene tu alarma a las 07:07. Y el que se haya ido y esté en un tren alejándose a más velocidad de la que tu puedas perseguir jamas tampoco seré yo, el  que soy ahora.
Suena irónico como en una carta pueden estar tan unidos y tan distantes, presente, pasado y futuro. 
Mi yo presente le escribe a tu tú futuro, que cuando lo lea, sera tu tú presente y la carta la habrá escrito mi yo pasado, porque mi yo presente estará o será, ido
Pero hoy, mañana, ayer, el jueves y todos los días de mi vida (y de mi no vida también) perdóname.
Perdóname por haberte dejado con el café entre las manos y la cama sin hacer, por una balda vacía en el armario, y por llevarme los recuerdos, las fotos te las he dejado a ti. Por haberte estado mirando toda la noche sólo para no olvidarte cuando más hermosa estás. Por no decirte, por no contarte, por no explicarte. Por estar o ser ido. Por no llevarte conmigo. 
Sólo espero que nunca llegues a entenderlo. 

miércoles, 11 de marzo de 2015

In order to stay.

Los jueves salgo de trabajar a las 8 y lo primero que hago es ir a verte. Pero de camino me paro en la floristería a comprarte narcisos. Marga ya me los tiene preparados. Como cada jueves. Tengo tantas ganas de verte que me cruzo todos los semáforos en rojo con tal de llegar cuanto antes a esa séptima planta fría y gris que te tiene presa desde hace ya seis años. Paula. Quien cojones me mando a marcharme. Quien cojones te mando a seguirme. 

Nunca cojo el ascensor y se que donde quiera que estés, dentro de esa cabeza tan bonita que tienes, te estarás riendo de mi, pero pasar las noches en un hospital te hacen ver lo frágil que es nuestro tiempo aquí, y por si acaso he dejado la cerveza y hasta se puede decir que hago deporte. 
Tendrías que verme, Paula. Soy mejor que el Mario que conociste. Este ya no huye. Se va a quedar contigo hasta que despiertes y será como todos esos días a las 07:07 que tu sonrisa le daba sentido a mi mísera existencia. 

Lo siento. 
Por tener miedo digo. 
Lo estoy arreglando. 
Te lo prometo. 

En la cuarta planta me encuentro con uno de tus doctores. Fue el que me llamo aquel jodido cuatro de mayo. Aun me estremezco al verle, y no he hecho otra cosa en estos últimos seis años. Verle, a el y a otros muchos. Entran con sus batas, me sonríen y después vuelven a esa fría expresión que no me permite sacarles la más mínima información. Sobre ti, claro.  Les suplico una y otra vez que me digan si vas a volver conmigo, aunque ya sé que lo vas a hacer. Pero ellos solo se dignan a decirme: Sé paciente Mario, te necesita a su lado, y tiempo. No podemos hacer más. 

Al llegar a tu habitación pongo los narcisos en agua, quitando primero los de la semana pasada, moribundos. Los jueves tienen algo de especial ¿sabes? Siempre lo he pesando.  Todo el mundo esperando al viernes y se pierden el mejor día de la semana. Recuerdo que en el colegio pasaba lo mismo. Mi mes favorito siempre ha sido y será mayo, y eso bien lo sabes tú. Pero todos mis compañeros se pasaban el tiempo soñando con que fuera junio. Y yo, bueno, yo soñaba con que la chica de las dos trenzas de la segunda fila se diera la vuelta. No sé en qué momento dejaste de hacerte dos trenzas.

jueves, 5 de marzo de 2015

                               ¿Qué que me pone triste? ¿Realmente quieres saberlo? Las posibilidades. Pensar en lo  que pudo ser y ya no será y sí, aunque suene ya muy repetitivo, me convierte en la persona más desgraciada del universo. El ya no tener la posibilidad de decirles a todos ellos que les quiero, lo que han significado para mí, el que ya nunca sabré si estaban orgullosos de mí, porque no están a mi lado para decírmelo. Pero, como dijo el más grande, "Si yo estoy aquí, y tu también lo estas, entonces ellos también lo están." Pero por mucho de que están en nuestros corazones, no tenemos a quien abrazar, a quien llorar, no tenemos nada, y puede que más que las posibilidades, la causante de mi tristeza sea la soledad.
 S.

lunes, 2 de marzo de 2015

Verano de 1961. París.


Una vez conocí a un señor, que me habló de si mismo en tercera persona, y desde entonces acostumbro a imitarle, por eso que dicen así todo duele menos. Me enseñó París a través de los ojos de alguien que ha amado más que respirado, y el amor a través de unas cuantas fotos que vendía en el Mercado de las Pulgas, en un pequeño puesto al fondo a la izquierda, justo detrás de la vieja de los  espejos y en frente del turco que coleccionaba cucharillas de té.

Aquella mañana aprendí a escuchar con el corazón lo que sus ojos grises trataban de decirme, y aprendí más que en cualquier clase. Aprendí que en blanco y negro todo era más bonito, y también más triste. Como pasa contigo.


Esta fotografía me ha traído tantos recuerdos. Dulces como el croque monsieur que me comí al volver al hotel. Fue un buen verano. Fue un gran día, una gran mañana, y un gran hombre.

S.