This is for anyone with the broken heart.For anyone who cant get out of bed.

domingo, 20 de octubre de 2019

Lucía.


Llevas cuatro años pidiéndome cartas que no consigo escribir porque a la primera palabra un dolor me atraviesa el pecho. Hay cosas que no estoy preparada para decir, pero sé que lo haré, que trabajando sacaré todos estos sentimientos que me ahogan, y también sé que será en gran parte gracias a ti. Siempre has querido que escriba una carta de despedida, pero hoy mis manos sólo pueden escribir una de agradecimiento. 

Gracias por ser casa desde el primer día. 
Gracias por ayudarme a encontrarme cuando estoy perdida. 
Gracias por siempre estar a una llamada de distancia, por sentirte siempre tan cerca. 
Gracias por saber quién es Sofía cuando ni siquiera yo sé quien es. 
Gracias por ponerle nombre a las cosas que me pasaban y no entendía. 
Gracias por las pérdidas que he superado hablando contigo. 
Gracias por sentarles en la silla de al lado y darme la oportunidad de despedirme de ellos.
Gracias por hacer del silencio algo mágico, y por darle sentido a mis palabras.
Gracias por desenredar mis sentimientos y ayudarme a ordenarlos.
Gracias por plantar una semilla en mí y regarla, cuatro otoños después la veo florecer. 
Gracias por ver más allá de mi enfermedad. 
Gracias por traerme meriendas y comerlas conmigo cuando sabías la batalla que yo luchaba. 
Gracias por enseñarme a abrazar a la niña que llevo dentro y a cuidarla. 
Gracias por las veces que te has emocionado viéndome llorar. 
Gracias por la unión tan fuerte que tenemos y por hacerla tan sana.
Gracias por ser siempre mi apoyo sin crear una dependencia. 
Gracias por respetarme cuando no quise seguir avanzando con la terapia, cuando no estaba preparada para tirar abajo mis muros. 
Gracias por estar ahí ahora que sí tengo fuerzas par hacerlo. 
Gracias por ser la única persona en este mundo que me ha visto de verdad, sin caretas ni disfraces.
Gracias por crecer conmigo. 

Gracias por acompañarme en este viaje que supone descubrir quién soy y quererme como merezco. 
Tengo mucha suerte de tenerte en mi vida Lucía. 





lunes, 6 de mayo de 2019

Eres esa clase de persona
capaz de verme el alma con los ojos,
de conquistarme con una sonrisa.

Podría haberte querido tanto
pero no estaba en nuestro destino,
nunca lo estuvo.
Tu querías que yo entrara en el juego
pero incluso antes,
yo ya había perdido todas las partidas.

Supongo que una retirada a tiempo
es una victoria,
y no terminar rota fue mi manera de ganar.

He construido un muro
hecho de distancia que nunca me perdonarás,
que nunca derribaré,
y que me ha robado la posibilidad de tenerte en mi vida.
Siento no saber tenerte cerca.
Pero no puedo querer a medias.

sábado, 16 de febrero de 2019

S cursiva en negrita.

No es que ya no me de miedo hablar de ti
de lo que pasó
de como me destrozaste.
Es que no puedo dejar de sonreir
porque hoy
no he conseguido recordar tu nombre.

Cómo diría Borjes,

el olvido es la única venganza
y el único perdón.

Ya nunca más

voy a sentirte,
a llorarte,
a temerte.

Después de ti llegaron otros,

a los que también les falta
ese brillo en los ojos
 y han tenido que venir
a terminar de romper
los trozos en los que  me dejaste.

He construido un mosaico con ellos.

Soy una puta obra de arte. 

Ya no me asustan las playas en noviembre

ni poner el corazón en cada jodida decisión.
No voy a dejar de ilusionarme
por que un tío me escriba
ni voy a dejar de subirme
en cada montaña rusa que vea
por el vértigo que pueda darme estar arriba.






miércoles, 13 de febrero de 2019

Ya no soy el tesorito de nadie.


Sé que ya no es relevante. 
Que nada aporta, que nada cambia.
Pero en mi último recuerdo
estás sentado en tu sillón
enfrente de la televisión
haciendo un esfuerzo por quedarte, 
agarrandome la mano. 

Recuerdo tus pómulos marcados
tus ojos saltones
tu cara consumida. 

Aún puedo ver los dibujos en la pared, 
el retrato de Diego, 
el velero de Hopper 
que siempre llevará tu olor. 
¿Por qué dejamos de soñar con uno? 

Tu voz de fondo preguntándome 
si voy a volver 
si voy a venir a verte otra vez. 
Te respondo que por supuesto,
que qué pregunta es esa. 
Y tus ojos cansados de luchar
se iluminan por un momento. 
Eres el recuero más feliz y más triste que tengo.
Tengo trece años
y lo único que sé 
es que no quiero dejar de ser tu tesoro.

Mi mente no entiende tanto sufrimiento, 
hace una selección de lo que quiere guardar
y lo que no hace
es recordar si volví.
Me lo pregunto cada día papí. 
Cada día. 
Si cumplí mi última promesa. 
Si volví a besarte las manos. 

Aunque sé  que ya no es relevante. 
Que nada aporta,
que nada cambia.


jueves, 7 de febrero de 2019

Ya no me da miedo bailar mal.

El viernes pasado
entendí que todo 
lo bueno y lo malo
me había llevado 
a esa pista de baile mugrienta
en el sótano de una casa americana
donde fui plenamente feliz
donde subí a lo alto de la montaña rusa, 
me paré a observar las vistas 
y ahí estaban: 
mis amigas, mis amigos, 
gente que no conocía, aún, 
y que puede que me cambie la vida
o puede que pasen por ella de puntillas
pero que vistas tan bonitas. 

Eran mi presente, 
mis ganas de bailar, 
mi yo auténtico, 
el peso en el estado ´
más puro que conozco. 

Y entendí, 
que no haberme muerto
todas las veces que lo deseé
con lo más profundo de mi alma
había merecido la pena
por bailar sola
en aquella pista de baile
al son de una música
a la que ahora
yo pongo ritmo. 
La de mi vida. 

S echando a volar.


Creo que es hora de dejarte ir.
A ti y a este sentimiento en mi estómago
que no me deja respirar
y que se ha metido en mi cama.
Este miedo que se ha vuelto palpable
Ojala fueras tú y no él.

Tenía ganas de verte
de parar el tiempo en lo alto de la montaña rusa. 
Desde que te conocí sentí que era una carrera a contrarreloj
en la que cada día más era siempre un día menos
y la vida nos regalaba los últimos días.

Yo sólo quería decirte adiós
Y no dejar abierta otra herida más
de las que luego no consigo hablar, ni cerrar.

Quería irme en paz, sabiendo que tú sabes
que siempre te he deseado lo mejor, 
pero ahora, 
te lo deseo lejos.