Miércoles 16 de Noviembre del 2016.
Buenas noches profe.
Hoy ha sido un día precioso, y quería contártelo. He asistido al II Congreso de Derechos Humanitarios y Pueblos Indígenas. Una de las charlas era sobre el conflicto sirio y la mesa redonda estaba formada por tres catedráticos y un chico que no llegaba a la mayoría de edad. Cuando le llegó el turno a Abdessalam Haj Taher entendí que haberme levantado esta mañana había tenido sentido sólo por poder escucharle. Podría resumirte lo que nos contó, pero eso no es lo importante, sino el cómo. Ver a un chico romper a llorar al relatar (en tercera persona, así todo siempre duele menos) los cuatro meses que vivió reclutado por el Daesh, el no poder dormir por los gritos de sus compañeros cuando los torturaban, los ocho siguientes a escapar en los que el miedo le impedía salir de casa o la noche en la que miró a la muerte a los ojos desde una patera en el Mediterráneo.
La conferencia ha terminado con tres catedráticos en derecho humanitario acostumbrados a tratar temas de genocidios y crímenes de guerra llorando y un video grabado con un móvil del momento en el que Abdessalam y su madre se reencuentran tras su cautiverio en una cutre estación de autobuses turca. Ha sido precioso, si se me permite usar ese adjetivo para algo tan desgarrador. Doy gracias a dios de la suerte que he tenido de poder vivir algo así un día cualquiera de un noviembre cualquiera, la suerte que he tenido de no nacer en el lado equivocado del mundo.
Si Siria es el lado equivocado del mundo, entonces Kenia también lo es. Este verano he estado un mes de voluntariado en un orfanato en un pequeño pueblo keniano, al sur del país. Siempre te tuve envidia porque te brillaban los ojos cuando hablabas de las grandes obras del Siglo de Oro español y yo sentía que nada conseguía iluminar mi mirada. Hoy, aunque no pueda verme, sé que cuando hablo de esos días en África me brillan tanto que podría iluminar todos los días oscuros que he tenido.
Tanta es mi necesidad de volver que el viernes que viene lo dejo todo por regresar un mes y medio, por eso que dicen que "hay que volver a casa por navidad", ¿o no? Vuelvo a vivir con los veintiséis niños que me cambiaron la vida y no podría ser más feliz.
Yo, en realidad, solo quería decirte que me acuerdo mucho de ti y que espero que estéis muy bien los tres. Un abrazo enorme desde la capital y próximamente desde el "continente olvidado".
Con amor,
Sophie
Viernes 9 de Diciembre del 2016
Sophie,
¿Qué puedo decirte?
Siempre me diste motivos para estar orgulloso de ti, de lo que aprendías, de cómo afrontabas tus miedos; en la mirada se te notaba cuándo triunfabas y cuándo, también, te abatían en la desdicha aquellos fantasmas de vacío. Tu mirada, siempre tu mirada, delataba la sinceridad de las emociones. Y tú, más para bien que para mal, nunca pudiste esconderlas del todo. Y ahora estás recogiendo los frutos que con tanta paciencia y reflexión fuiste sembrando.
Sophie: me siento muy feliz por la decisión que tomas. Primero porque a nivel humanitario es encomiable. Y segundo, porque te está ayudando a descubrir quién eres. ¿Te parece poco? Deja que la generosidad te vaya inundando; es el mejor camino para afrontar la vida con autenticidad. Tu éxito es descubrir para qué cosa estás destinada a ser. Te quiero mandar un beso muy, pero que muy fuerte; darte un abrazo largo y lleno de gratitud. Dondequiera que estés, siempre llevaré este nuevo brillo de tu mirada, por donde el sol alborea, Sophie, por donde ya alborea la esperanza que nos mantiene vivos.
Te quiere, hasta lo infinito, tu profe-lexema, que siempre quiso brindarte un asidero donde apoyarte. Hasta pronto, Sophie, hasta pronto.