No se es consciente
de lo mucho que se quiere a alguien
hasta que atisbas la posibilidad
de que se vaya
y se te escurra entre los dedos
como la arena de esa playa de Conil
en la que entendí
que era la amistad.
Descolgué aquella llamada
y me inundó el miedo
de tu risa se hubiera apagado.
De que quisieras abandonar esta obra de teatro
por la puerta de atrás
sin darte cuenta
que la mejor ovación del público
siempre irá por ti.
Una vez quise morir y te llamé.
No creo que haya demostración de amor más grande.
Estos versos
solo son un recordatorio
de que no hay distancia que valga.
Hay un embarcadero en Mallorca
que llora por las noches
de envidia.
Sabe que nunca le querrán
como hoy, te quiero a ti.