Este es el último poema
que lleva tu olor.
Hoy voy a cerrar todos esos libros
que me recordaron a ti
y todas esas heridas
que dejé abiertas
porque llevaban tu nombre
grabado en cursiva.
Ya no voy a necesitar más tus golpes
porque no vas a estar en mi vida.
O si,
pero no formarás parte de ella.
De mi.
No tengo miedo a ser libre
y sí, a que no me dejes volar.
No me quieres
ni me dejas querer.
No he sido tuya
ni has soportado que sea de nadie.
Y se acabó.
Ya no quiero ser la diana de tus golpes
y que cuando estoy apunto de hundirme,
me guiñes un ojo
me saques a flote,
solo para que me duela más hundirme
cuando te vayas
y me dejes sola ante el naufragio
de recordar tus hirientes palabras.
Tus insultos
son mi dosis de heroína.
La misma voz que oigo en mi cabeza
pero viene de otra boca.
Hacen el mismo daño.
Cinco años han sido demasiados.
Me viste morir
y te dio igual.
Espero.
Deseo.
Ansío.
Que mi marcha también.
No vengas a buscarme.
Yo ya no te espero.