Nunca quise pensar que este día llegaría, que te irías de mi vida.
Tú, que desde que llegaste lo llenaste todo de luz y tus ojos verdes se convirtieron en hogar. La reina de la casa, me has dejado un vacío que no sé si podré llenar.
Has sido mi mejor amiga, el amor más incondicional que se puede sentir, conmigo desde que era una niña. Estuviste cuando nadie más, me quisiste cuando yo me odiaba, durante toda mi enfermedad, siempre sentada a mi ladito en el sofá, sin reproches, sin pedir nada a cambio. Y estuviste conmigo cuando florecí, viéndome volar, para regresar siempre a casa, a ti, a dormir abrazaditas, a ser un alma en dos cuerpos.
No sé si algún día podré dejar de llorar, pero sé que nunca podré dejar de darte las gracias. Gracias por escogerme tú a mí aquel martes trece, por estar toda una vida conmigo, por todo lo bonito que hemos vivido juntas, y sobretodo, por esperar a que volviera, por dejarme acompañarte en tus últimos momentos y escoger mis brazos para comenzar tu viaje cuando sabías que había llegado tu hora. Me has enseñado el amor más puro que se puede sentir. Has sido mi compañera, mi paño de lágrimas, mi refugio, mi hogar, mi familia. Me has enseñado mucho, pero no a cómo vivir sin tí.
Te voy a querer toda la vida. Dale un beso a los abuelos.