No puedo dejar de pensar
que habría pasado,
en cómo habría sido todo.
Si en esa fiesta
en la que solo quería llorar
te hubieses sentado a mi lado
en aquel sofá rojo.
Si te hubieses fijado en mí,
si me hubieses ofrecido ponche y
si yo habría sido capaz de dejar de fingir
una sonrisa tan rota.
Me pregunto si alguno de tus chistes malos
me habría robado una carcajada,
si me habrías invitado a uno de tus partidos,
y si en tu mundo
habría habido un sitio para mi,
para alguien que solo quería escapar.
Nos conocimos y nos desconocimos
mi noche más triste,
en una casa con tanta gente
y que yo sentí tan vacía.
Pero el destino se empeñó
en que volviesemos a coincidir
a diez mil kilometros de distancia
y quiero creer que todo pasa por algo,
que no era el momento,
que yo tenía que estar sola, triste,
y regarme con mis propias lágrimas
para poder florecer.
Pero cuando me abrazas
lo único que se me pasa por la cabeza
es que ójala me hubieses abrazado
aquel octubre con sabor a noviembre,
a gris y a vacío.
Y me pregunto si me habrías hecho olvidarme
de todos los otros que usé de tirita
y a los que nunca les importó
si yo me desangraba.
Podrían haber pasado tantas cosas,
pero la realidad es que tú no te fijaste en mi
y yo me senté sola en aquel sofá rojo
con mi ponche
y mi sonrisa rota.