Tiene la mirada perdida
y un ojo que no ve.
Un portal por casa
y el recuerdo de una familia
que cambió su sangre
para no compartirla
con un vagabundo.
con un vagabundo.
Él cree en dios
como yo creo en los niños
que se traga el Egeo.
Lleva una gorra,
y le pregunto
de que sol se esconde
a media noche.
"Nada me da más miedo
que el miedo que yo provoco
en los ojos de desconocidos"
me dice.
Y se me olvida hasta hablar.
Callo.
Porque yo
una vez
una vez
también tuve miedo de su apariencia
y fui, sin querer,
quien le dio miedo a Él.
quien le dio miedo a Él.
A un hombre que sigue siendo un niño
que se escapa del internado
para abrazar a sus hermanos en Galicia.
A un hombre que se enamoró de una mujer
que no ha vuelto a querer
después de que transeúntes
pasaran por ella sin mirarla apenas.
La quitó de todas las esquinas
donde jugaba a ser mayor
con dos bebés que amamantar.
Él rezó cada noche
con un único deseo
"No dejes que se pierdan".
Pero dios no siempre escucha.
Se perdieron y no sabe
en que cárcel de mala muerte
cumplen su penitencia.
El día que se los llevaron
bebió tanto que se murió
me dijo entre susurros.
me dijo entre susurros.
"Renaciste" contesté.
"No" y fue tan rotundo que toda
la calle Fuencarral se paró a escucharle.
"Volví a nacer. No tengo nada que ver
con el que murió aquel seis de abril".
Ni una gota de alcohol.
Dos "no hijos" idos.
Una ex mujer consumida.
Un hogar en el portal 7.
Una radio.
Miedo de que le vean.
Una gorra.
Mi más profunda admiración.