Es como, si de alguna manera, sus costillas se hubieran llevado consigo toda esa culpa e ira en su marcha. Siempre pensó que sería al revés, que los huesos eran una pócima mágica que la sacaría de aquella habitación en la que por más y más que gritaba, nadie parecía escucharla. Cuanto más alto lo hacía, más la ignoraban.
Y, pobre ingenua, no se dio cuenta que lo que ella creía que sería su salvación, terminó siendo su perdición.
Y al final, con sus diminutas muñecas, se marchó poco a poco, el fantasma que se escondía tras sus ojos.
-Jamás llegaréis a comprender lo mucho
que esto significa para mí.
Jamás.
S.