Cerré la puerta de casa aquella mañana sin imaginar
jamás que cuando volviera, en nada me parecería a la que salió.
En parte.
Por
suerte.
Pero me estoy adelantando a los acontecimientos.
Busqué desesperadamente las llaves por el bolso,
como cada mañana. Cerré a la vez que trataba de adecentar mi cabello
inútilmente. Las agujas del reloj presionaban más que la incesante vocecita en
mi cabeza repitiéndome una y otra vez lo tarde que llegaba. ¿Se puede llegar
tarde a tu vida? Creo que llevaba haciéndolo veinte años. Sin embargo, eso iba
a cambiar. Ese día todo iba a cambiar.
S.
S.