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jueves, 26 de septiembre de 2013

{Esperar a alguien en la vía de tren. Ese es el destino}

Giraba la cucharilla de café en el sentido de las agujas del reloj. Inconscientemente. De la misma manera que agitaba la pierna, nerviosa, indecisa, dubitativa. Esperanzada. Esperada.
"Esperar a alguien en la vía de tren. Ese es el destino"
Y no el del trayecto, sino el de su vida. Su vida que hacía años había descarrilado por una vía abandonada, a la deriva, en medio de ninguna parte. En todos sitios. Todo a la vez, y nada en cada uno de los granos de azúcar que muy lentamente se deshacían, bailando, mezclándose, fusionándose con la cafeína de la misma manera que un día ella se fusionó con él. Con cada ápice de su cuerpo, hasta perder la cordura. Tan ingenua como para creer que él, hoy, volvería. Vendría, y no se iría. Jamás.
Ingenua. Inconsciente. Ilusa.

O al menos es lo que pensé, hasta que el reloj de "Westbahnhof" se paró. Al igual que su corazón. Crash. Mil y un pedazos, su taza de café y mi incredulidad. Ambas se rompieron. La concurrida estación paró su ajetreado vaivén para observar aquella taza (o lo que quedaba de ella) y, por supuesto, a aquella pareja de enamorados que, hoy, volvían a encontrarse.

Nadie sabe hasta cuando, y ¿a caso importa?

S.