Hace un año todo era tan distinto, tan ídilico. Demasiado conociendo mi historial de decepciones, y debería haberme percatado de que si toda mi vida se había tornado de color rosa era porque aún quedaba lo peor. Las interminables noches que acabarían conmigo, levemente.
Hace un año. Hace un año no era ni la mitad de lo que soy ahora, o puede que al reves. Puede que ahora no sea nada en comparacion a la que era. ¿Quien lo sabe? Yo no. Mis paseos por Prince St, tan loca por aquel chico como estaba. Qué ilusa. Que estúpida. Y a la vez que feliz. Daría lo que fuera por volver un segundo a aquel paraíso, a aquellos días maravillosos. Aquellos días en los que no quería ver la realidad, y así me fue de bien. (A ratos) Sobre todo aquel 28 de agosto, el día que comencé mi diario. El día que llegue al internado por primera vez, el día que conocí a esas personas que hoy tanto quiero. El día que, puede que sin darme cuenta, firmé mi sentcencia de muerte, con tinta transparente. La de mis lagrimas. Llegó octubre y su frio, el mío. Llegó octubre y con él, un infierno.
Pero hace un año, la chiquilla que era no sabía nada de nada. Caminaba feliz, ilusionada, entusiasmada. Soñadora. Ilusa. Puede que, hasta preciosa. Porque no hay mayor belleza que el brillo en la mirada cuando las cosas no te pueden ir mejor.
S.