Era septiembre, y el sabor a sal todavia permanecía en sus bocas. Era septiembre. Eso significaba que el largo verano quedaba a sus espaldas, como una historia ya vivida. Eran tiempos duros en aquella polvorienta ciudad estadounidense, y mucho más para aquella joven de pelo corto y sonrisa dulce. Podía haberle ocurrido a cualquiera, pero por desgracia, le ocurrió a la pequeña Alice, tan tierna y tan frágil, como una muñeca de porcelana en una vieja vitria de cristal ¿Por qué ella? Debería haber sido yo, o tu, cualquiera, menos ella.
S.