This is for anyone with the broken heart.For anyone who cant get out of bed.

domingo, 30 de noviembre de 2014


Es treinta de noviembre.No quería hablar de este día. No podía hablar de este día.
Pero siempre me quedará escribir.
 Hoy no hay flores. No hay manifestaciones. No hay discursos políticos ni lágrimas en las mejillas. Hoy nadie se acuerda de nosotros. No tenemos cáncer, y muchas veces lo habríamos preferido. No. No somos una mujer maltratada, ni el recuerdo de una masacre. Nadie sale a defender nuestro derecho a la vida ni rezan por nosotros en la misa de navidad. Somos la incomprensión hecha personas. Somos el miedo personificado. Y nadie se acuerda de nosotros, transeúntes mendigando vuestras palabras, vuestras caricias. 
Hoy es treinta de noviembre. Día internacional de los trastornos de la alimentación. Sólo oír esa palabra me dan ganas de vomitar. Que ironía.
Debería llamarse el Día Internacional de la falta de cariño, de la falta de sueños, del frío. Debería llamarse de tantas formas que grito desde el balcón por los que aún no tienen voz. Grito para celebrar que yo he recuperado la mía. Grito para callar las voces que nos atormentan a más de uno, que me dicen: "Cuando seas bonita, te querrán, te querrás. Cuando seas delgada seras bonita. Cuando seas delgada te querrán, te querrás."


Yo he sido delgada. Muy delgada. Y no. No era bonita. No me querían. No me quería. Fui lo que siempre había soñado con ser y, pese a eso, cerraba los ojos para lavarme los dientes. No podía ver mi reflejo sin llorar. Ojalá nunca sepas lo que es darse asco a uno mismo. 

Todos los espejos de mi casa se taparon, y olvide lo que era reír. Y mírame ahora, que jodidamente preciosa soy. Mira mis ojos y háblame de la vida que desprenden. No siempre estuvo ahí.

Anoche le agarre la mano a un mendigo y sentí su frío. Me acordé tanto del mío. De los días que creí que me moría.

Pero también recordé las veces que he vuelto a nacer. Los besos que he dado. El amor que he recibido y sobre todo, lo que he aprendido. Hoy. Hoy quería dar gracias a la vida por los obstáculos que me ha puesto. Perdón por cagarme tanto en ti. Hoy veo que me has hecho mejor, más fuerte, más viva.

Anoche hacía frío, y Germán, en el mismo banco donde duerme, me hablaba de batallas que no había vivido y yo le hablo de las que, por suerte, sí he luchado. Le hablo, de que no cambiaría ni una cosa de las que he vivido. Son las que me han llevado a ser lo que soy. Y me encanta.

A Germán. A los que aún sufren. A los que todavía creen que la anorexia es un juego de superficiales. A los que están en un pozo y no ven la salida. A los que, desde arriba, les tiran cuerdas. A todos. A mí.