This is for anyone with the broken heart.For anyone who cant get out of bed.

miércoles, 23 de julio de 2014

Querida P.



Hoy me has hecho el mejor regalo que podía recibir. La gente ya no escribe cartas a mano, o simplemente, ya no escribe. Ya no siente. 

Nunca podré agradecerte tus palabras, pese a que me has devuelto las mías. Lo mejor (y lo único que tengo para ofrecerte) son palabras. De nuevo. Llevo cuarenta días aparta de ellas, o apartándolas a ellas de mí. Como prefieras verlo. Y no te negaré que las haya echado en falta cada mísero segundo del día, pero necesitaba descubrir quien soy cuando no escribo. Y siento decepcionarte, pero como dice Escandar Algeet: "Yo me a(lié) con la poesía y escri(vivo). 
 Así que te entrego mis primeros párrafos a tí, que tanto me das. 

Sonará un poco patético, pero asumo que cualquiera que invierta su tiempo en leer a alguien como yo, debe serlo también. Pensaba en escribir la segunda parte del libro, porque igual que Hazel se muere por saber de Anna, yo me muero por saber de Peter. Soy de las que presta más atención a las historias secundarias que a las protagonistas, porque es en ellas, en las que el autor firma su sentencia, en las que se delata al lector que busca en cada frase un poco de información. Pues sí, tenía mil ideas en la cabeza sobre como continuar la obra. A ver que te parecen: 

Peter Van Houten, en el otoño del dos mil diecisiete recibe la noticia de que Hazel perdió la batalla contra sigo misma. Como era de esperar. Y tras unos minutos sobrio (algo no muy habitual) se siento en su antigua maquina de escribir. La única cosa que conservaba de su vida al otro largo del charco. Y comienzó a escribir. Fuera de sí (o dentro por primera vez). Escribió su historia. Esa que tuvo un final feliz, porque estaba inacabada. Y la que acabó. Y la que aún no lo ha hecho. Y la que nunca empezó. Escribió día y noche durante semanas. Y fue como si hubiese cambiado el alcohol por palabras, que dejadme que os diga, son igual de adictivas. Escribió sobre su infancia, su familia, su mujer, su pequeña. Escribió sobre la batalla que vivió con su hija, contra su propia hija. Sobre los daños colaterales. Sobre que en su libro olvidó lo más importante de todo. "La nostalgia es un efecto colateral de estar muriéndose". "La depresión es un efecto colateral de estar muriéndose". Pero en ningún momento dijo la verdad más rotunda y aterradora de todas. "Vivir es un efecto colateral de estar muriéndose, pues si vives, te estas muriendo".
Pero para él, ya no existía ninguna diferencia. Cuando alguien es tu vida y se va, ¿Qué vida nos queda?. Hazel Grace si habría sabido contestarle a esa pregunta, pero ya no estaba para hacerlo. De todas formas, no dudó ni por un segundo que su dedicatoria, en la primera página del libro, debía ir dirigida a dos jóvenes que había descubierto la eternidad de lo efímero.   


Aún no se ha que ha venido esto. No estoy contestando a tu carta, pero quería compartirlo contigo. Quiero compartir cosas con muchas personas y solo lo podré hacer despierta. Aunque me ataquen. 
Siento disentir en tu especulación, pero para mí dormir no es evitar que me ataquen. O sí, pero no quién tu crees. Las personas hace mucho que dejaron de darme miedo. Lo creas o no son inofensivas. El tiempo no. 
Despiertos pensamos, y no creo que exista nada más terrible que una cabeza en funcionamiento. Nada más mortífero, y a la vez, más increíble.  Casi tan increíble como lo eres tú, pequeña.

Te lo dije hace tiempo, y te lo repetiré cuantas veces haga falta. 
Hay personas que nos oyen, pero no nos escuchan.
Hay personas que nos leen, pero no nos entienden.
Hay personas que nos miran, pero no nos ven. 


Yo te escucho, te entiendo, y te veo.