"Calculo que por entonces tendría trece años. Veraneaba con mis abuelos en la costa, en un pueblecito que se llamaba (y todavía se llama) San Juan de La Arena. Calculo que ella tendría trece años también y un lunar diminuto posado sobre sus labios. Esto último lo calculo porque estoy de exámenes, si no podría haberlo recordado o inventado directamente. El caso es que no me acuerdo si ella veraneaba o vivía allí, y es que yo y mi memoria no nos llevamos bien, de ahí tantas sorpresas al pasar delante de una perfumería. Sofía, se llamaba Sofía y tenía el pelo negro, pero no negro como el azabache ni como un tizón ni como la noche ni como ninguna cosa que ya haya dicho algún poeta. No, Sofía no tenía el pelo para poetas. Tenía el pelo negro como una rueda de camión, negro como el aceite de las bisagras, negro como los pozos que esquivamos conduciendo el balón. Negro como su lunar, diminuto, chiquitito, nada, un pinchazo infinitésimo, un decorado que no cualquiera podría percibir. Sofía, sentada detrás de la iglesia con las manos cruzadas y yo un loco. No sabéis lo que luché por ser el mejor al fútbol, por ganar a las carreras, por que todos quisiesen ser cacos conmigo, en el polis y cacos, porque a mí nunca se me pillaba, rápido y escurridizo por ti, mi amor, hasta las cejas de barro. No sabéis lo que sudé, las veces que miré por la mirilla de mi casa para ver si Sofía ya había bajado y esperaba posada sobre el banco como un pájaro ligerísimo. No sabéis las pesadillas que tuve. Ella, su sombra, entrando por mi ventana para asfixiarme y dejarme solomuertollorando sobre la cama. Ay, si es que las niñas estáis fatal, cuanto más nos queréis más nos tiráis de los pelos. Sofía cruel e ingenua:
— Diego, qué cabeza más grande tienes. — Es para olvidarte mejor.
Y de esto me acuerdo ahora que bajo a por el pan. Y paso junto a una niña que huele a vainilla. Y llego a mi portal casi flotando. Y me encuentro dos facturas en el buzón. Y una postal preciosa."