La veo apartarse el pelo como hacían siempre que saliamos juntos, solo que ahora lo hace para otro, la veo sonreir, y lentamente, también veo como sus labios se acercan. Entonces sufro como nunca antes lo habia hecho.¿Por qué si hay un Dios, lo ha permitido? ¿Por qué no lo a detenido?¿Por qué no le ha echo ver en ese momento algo mío, algo espléndido, el mas hermoso de los recuerdos, todo el amor que hemos compartido? Lo que fuera con tal de impedir que cobrara vida en un extraño futuro, que aquel beso viera la luz. Demasiado tarde.Los veo juntos, abrazados.
De algo estoy seguro. No podrá quererla como la quería yo, no podrá adorarla en ese modo, no sabra advertir hasta el menor de sus movimientos, de aquellos gestos imperceptibles en su cara. Es como si solo a ami me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos. Ningun hombre podra jamas ver lo que yo e visto. Y él menos que ninguno.Él real, cruel, inutil, material. Se lo representa asi, incapaz de amarla, deseando solo su cuerpo, incapaz de verla realmente, de entenderla, de respetarla. Él no se divertirá con esos tiernos caprichos. El no la amará incluso su mano pequeña, sus uñas comidas, sus pies ligeramente regordetes, aquel diminuto lunar escondido, aunque no tanto al fin de cuentas. Puede que lo vea, sí, que terrible sufrimiento, pero nunca será capaz de amarlo. No de aquel modo. La tristeza inunda mis ojos.
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De algo estoy seguro. No podrá quererla como la quería yo, no podrá adorarla en ese modo, no sabra advertir hasta el menor de sus movimientos, de aquellos gestos imperceptibles en su cara. Es como si solo a ami me hubiera sido concedida la facultad de ver, de conocer el verdadero sabor de sus besos, el color real de sus ojos. Ningun hombre podra jamas ver lo que yo e visto. Y él menos que ninguno.Él real, cruel, inutil, material. Se lo representa asi, incapaz de amarla, deseando solo su cuerpo, incapaz de verla realmente, de entenderla, de respetarla. Él no se divertirá con esos tiernos caprichos. El no la amará incluso su mano pequeña, sus uñas comidas, sus pies ligeramente regordetes, aquel diminuto lunar escondido, aunque no tanto al fin de cuentas. Puede que lo vea, sí, que terrible sufrimiento, pero nunca será capaz de amarlo. No de aquel modo. La tristeza inunda mis ojos.
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