
tampoco te hizo falta.
Huí de ti
porque siempre me encontrabas.
Dejé una muñeca
por miedo a que me olvidaras.
Son muchos años ya sin tu tierra roja,
esa que no necesita atardeceres.
Sin la gente, la calle y los gritos.
Todo desde la azotea de una casa en ruinas.
Una postal de una plaza con vida propia.
Mi infancia. Otra película.
Aún huele a especias en tus ladrillos
y en lo alto del monte
donde mi abuelo descansa.