Hoy es el día, el gran día. El día que llevo esperando seis meses. Seis eternos meses que podría resumir en mi enfermedad, en mi cabeza, en mis médicos y en mi miedo. Seis meses terribles, pero todo comenzó aquí. En el mismo lugar al que hoy voy, tanto tiempo después. El sitio al que este avión me lleva. El sitio al qué mi corazón ansia llegar, mientras que mi cabeza dice no tras no. Recordándome una y otra vez los malos momentos, obligándome a obviar los buenos. Pero por primera vez esa constante guerra cabeza-corazón tiene como ganador a este último, así que, a tantísimos metros de altura, he tomado la decisión, he pactado la promesa, otra vez, conmigo misma.
¿Recuerdas la promesa que hice este verano? Lo que me costó cumplirla, pero lo hice. Lo supere. Me supere. Y sino mira mis cicatrices, esas que no están en la piel. Y con un poco de suerte esta promesa no me dejara desangrándome por dentro como la última vez, porque tonta de mi, las sonrisas no son tiritas, no podían curarme. No lo hicieron.
S.