Tic Tac Tic Tac ¡BUH! El gallo salio de su escondite de tal manera que aquel reloj de cuco habría causado un infarto a los presentes en aquella oscura habitación, de no haber sido por que tenían cosas más importantes en las que pensar que en el ruido. Al cabo de los segundos el gallo volvió a su jaula de madera pintada. Liam cerró los ojos y sopló lo más fuerte que sus pequeños pulmones pudieron. Su padre, un hombre mayor, serio, robusto, con una pequeña calva en la coronilla, grandes ojos marrones muy expresivos y una frente arrugada en la que se podía leer las aventuras vividas como en un mapa. Tenía los ojos vidriosos por las lagrimas que encerraba, deseando que no se derramaran el día del cumpleaños de su hijo. El pequeño Liam cumplía seis años, y por primera vez en su vida, le faltaba algo. Nunca había tenido muchas cosas, siempre había vivido en una casa pequeña, con juguetes de los vecinos y con dos padres que aparte de amor hacía él, no tenían nada en grandes cantidades, salvo deudas.
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