que ni todo tu amor
podía salvarme.
Perdón.
Por las luces que no consigo encender
desde aquel maldito inverno
que quebró nuestros anhelos.
Perdón.
Por los huesos a flor de piel
y el miedo en las rodillas.
Por convertir nuestros veleros
en barcos de papel.
Y dejarte a la deriva
bajo una tormenta.
Como en un cuadro de Turner.
Perdón.
Por ya nacer enferma.
Por no querer entierro
ni flores marchitas
que me hagan competencia.